Sáhara Occidental: el precio de una relación inconfesable

Felipe VI visita Marruecos acompañando por diferentes ministros. El reino alauí ocupa desde 1976 el Sahara español, cuando España incumplió sus obligaciones legales: descolonizar la entonces provincia 53 y firmó los ilegales acuerdos tripartitos de Madrid con Marruecos y Mauritania.

Fuente: Arainfo

LUIS MANGRANE | 12 febrero, 2019 17.02

Aunque un año antes, el Tribunal Internacional de La Haya había declarado que no existían lazos de soberanía entre Marruecos y el Sahara, Hassan II entró a sangre y fuego en el territorio iniciando una guerra.

Naciones Unidas ordenó que se retiraran y que se celebrará un referéndum para que el pueblo saharaui se pronunciara sobre su destino. Marruecos no hizo caso. Los saharauis mediante una guerra de guerrillas resistieron a un ejército que le superaba en número, medios y aliados internacionales (Francia y Estados Unidos), consiguieron que Mauritania se retirase y en 1991 firmaron un alto el fuego para que Naciones Unidas supervisase el referéndum que debía conducir al final del conflicto.

Después de cuatro décadas, Marruecos ha saboteado el referéndum, encarcelado a los saharauis que protestan por la ocupación militar y cerrado el territorio a la prensa y observadores internacionales. El saqueo de los recursos se ha sofisticado y se disfraza de tratado internacional.

La Unión Europea contradice las sentencias de sus más altos tribunales y para blindar el expolió renueva los acuerdos declarados ilegales basándose en interpretaciones sofisticadas de juristas al dictado de políticos sin escrúpulos.

El pueblo saharaui se divide entre la diáspora, los campamentos de refugiados en Argelia y el propio Sahara Occidental ocupado. El Frente Polisario, su único y legítimo representante, centra hoy la resistencia en la lucha en los tribunales e instituciones internacionales, sabedores de que el derecho internacional siempre ha estado de su lado. Los guerrilleros de antaño hoy son diplomáticos que comparecen ante los jueces europeos esperando que sean más respetuosos con la legalidad que los políticos occidentales.

La solidaridad con el Sahara en España es popular (entre pueblos), las asociaciones de amistad consiguen que el conflicto no se olvide y que anualmente miles de niños refugiados pasen los veranos conviviendo con familias españolas y generando unos lazos de unión más resistentes que las fatuas declaraciones de los políticos que conforme pasan de la oposición al poder mutan su apoyo a los saharauis por inconfesables intereses que los convierte en aliados marroquíes.

El interés por este conflicto se ha trasladado a la situación de los territorios ocupados en los últimos años, a pesar del cerrojazo con el que Marruecos pretende que las violaciones de derechos humanos que se cometen permanezca invisibilizada. Durante los años de plomo de Hassan II la represión fue brutal: desapariciones forzadas, asesinatos, bombardeos… en suma el intento de genocidio que es objeto de investigación en la Audiencia Nacional.

Con el actual monarca, Mohamed V, no ha mejorado la situación. Desde 2007 he asistido a juicios contra activistas saharauis y con otros compañeros hemos visto cómo les golpeaban delante de los jueces, nos han impedido acceder a sus casas, echado de sus ciudades, seguido y hostigado. A nosotros y a otros tantos cientos de europeos, incluidos eurodiputados.

Los diferentes partidos de turno en el Gobierno español no han formulado protesta alguna ante esta situación, a pesar de las denuncias de quienes se lo hemos relatado. En cambio, les han vendido armamento, han recibido comitivas oficiales que incluían a torturadores como Hosni Benslimane, luego han vuelto a coincidir con estos personajes en Marruecos.

En las respuestas oficiales se dice que se coopera internacionalmente con ayuda humanitaria a los campamentos de refugiados. España es cómplice de esta situación y tenemos el cínico descaro de utilizar la ayuda como coartada.

Son múltiples los mecanismos y foros en los que nos relacionamos con Marruecos: cooperación judicial, emigración, comercio… y parece que no se utiliza ninguno para reclamar que se solucione este conflicto.

España exige a Venezuela que organice elecciones cuando en mayo pasado celebró las últimas pero no dice nada del referéndum pendiente desde hace más de 40 años que no se celebra por la negativa de Marruecos.

En esta visita nuestros representantes deberían tener la responsabilidad de exigir públicamente que se respeten los derechos de los saharauis que permanecen bajo ocupación marroquí, muchos de ellos con documentación española, vigente o caducada. Es lo mínimo que pueden hacer por un pueblo pacífico que recibe la solidaridad de los españoles y que sigue atento a cualquier gesto o noticia de unas autoridades que les abandonaron en los estertores de una dictadura franquista pero que durante la democracia solo ha perseverado en la ignominia hacia ellos.

Hace dos años la CIA desclasificó documentos confidenciales que revelaron que Juan Carlos II pactó en secreto los términos de la Marcha Verde con Hassan II. ¿Cuál es el objetivo real de las conversaciones y esta visita? ¿El sometimiento de un pueblo hermano es el precio de la amistad entre dos casas reales o la moneda de cambio entre dos Estados que fingen modernidad y democracia pero practican la consabida “realpolitik” que esconde razones inconfesables e intereses económicos a costa de los más débiles?